1231 - Nace Horacio Quiroga Caricatura de Horacio Quiroga, publicada en el diario argentino "LA NACIÓN" en 1922.(Fuente: Wikipedia) Horacio Quiroga nació el 31 de diciembre de 1878 en el departamento de Salto. Su obra literaria ha tenido una enorme repercusión internacional destacándose especialmente por sus cuentos breves, que se han constituido en clásicos de la literatura latinoamericana. Desde muy joven el escritor salteño se interesó por la literatura. Tomó fundamentalmente como modelos a Edgard Alan Poe (1809 – 1849), un escritor estadounidense innovador del relato corto, y a su amigo, el escritor y periodista argentino Leopoldo Lugones (1874 – 1938). Quiroga tuvo una vida intensa, marcada por las muertes trágicas de familiares y amigos. A pesar de las dificultades que tuvo que enfrentar en su vida, mantuvo siempre un espíritu aventurero y creativo, que lo impulsó a desempeñarse en diversos empleos: profesor de castellano, Juez de Paz, yerbatero, algodonero, cónsul.
Elsa Bornemann Elsa Isabel Bornemann (Buenos Aires, Argentina, 20 de febrero de 1952 - ibídem, 24 de mayo de 2013)[1] fue una escritora de cuentos, canciones, novelas y piezas teatrales para niños y jóvenes. Se graduó como profesora en Letras en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Durante la última dictadura militar que gobernó Argentina, autodenominada Proceso de Reorganización Nacional, su libro "Un elefante ocupa mucho espacio" fue censurado y pasó a integrar la lista de autores prohibidos. Ha realizado numerosos cursos y talleres sobre literatura con su profesor Manuel Kedes tanto en Argentina como en otros países de América, de Europa y Japón. El 25 de mayo de 2013, la editorial Alfaguara infantil informó por las redes sociales su fallecimiento.[2] Libros editados[editar] Participó en un libro llamado Caramelos surtidos de la editorial "Ediciones Orión" con el cuento Uno más uno (cuento para chicos enamorados) y Las mil grullas. Obras en orden decreciente[editar] Premios y distinciones[editar]
La Gallina Degollada de Horacio Quiroga (texto completo) Todo el día, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatrohijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entrelos labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con laboca abierta. El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitandoal tranvía eléctrico. El mayor tenía doce años y el menor, nueve. Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de suspadres. Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a loscatorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. Después de algunos días los miembros paralizados recobraron elinstinto; pero la inteligencia, el alma, aún el instinto, se habíanido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante,muerto para siempre sobre las rodillas de su madre. --¡Hijo, mi hijo querido! El padre, desolado, acompañó al médico afuera. --A usted se le puede decir; creo que es un caso perdido. --¡Sí!...
María Elena Walsh Firma de María Elena Walsh María Elena Walsh (Ramos Mejía, Buenos Aires, 1 de febrero de 1930 – Buenos Aires, 10 de enero de 2011)[3] fue una poetisa, escritora, música, cantautora, dramaturga y compositora argentina, que ha sido considerada como «mito viviente, prócer cultural (y) blasón de casi todas las infancias».[4] Por su parte, el escritor Leopoldo Brizuela ha puesto de relieve el valor de su creación diciendo que «lo escrito por María Elena configura la obra más importante de todos los tiempos en su género, comparable a la Alicia de Lewis Carroll o a Pinocho; una obra que revolucionó la manera en que se entendía la relación entre poesía e infancia».[5] En el panorama de la canción para niños de Latinoamérica, ella se destaca junto a grandes maestros como el mexicano Francisco Gabilondo Soler y la cubana Teresita Fernández. Durante toda su carrera publicó más de 20 discos y escribió más de 50 libros. Biografía[editar] Infancia[editar] Una poetisa precoz[editar] Leda y María[editar]
El potro salvaje - Horacio Quiroga Era un caballo, un joven potro de corazón ardiente, que llegó del desierto a la ciudad, a vivir del espectáculo de su velocidad. Ver correr aquel animal era, en efecto, un espectáculo considerable. Corría con la crin al viento y el viento en sus dilatadas narices. Corría, se estiraba; y se estiraba más aún, y el redoble de sus cascos en la tierra no se podía medir. A ejemplo de los animales muy veloces, el joven potro tenía pocas aptitudes para el arrastre. En un principio entregó gratis el espectáculo de su gran velocidad, pues nadie hubiera pagado una brizna de paja por verlo -ignorantes todos del corredor que había en él. Las gentes quedaron atónitas ante aquel espectáculo que se apartaba de todo lo que acostumbraban ver, y se retiraron sin apreciar la belleza de aquella carrera. "No importa -se dijo el potro, alegremente-. De qué había vivido hasta entonces en la ciudad, apenas él podía decirlo. Fue, pues, a ver a un organizador de fiestas. -Sin duda, sin duda... -No podemos más...
Inicio Horacio Quiroga Inicio Propósitos Quiroga Cuentista A la deriva Síntomas Tema Descripción Paralelismo Actividad final Fuentes - Licencia - Créditos Siguiente » Este artículo está licenciado bajo Creative Commons Attribution Non-commercial Share Alike 3.0 License La Muerte De Isolda de Horacio Quiroga (texto completo) Concluía el primer acto de _Tristán e Isolda_. Cansado de la agitaciónde ese día, me quedé en mi butaca, muy contento con la falta devecinos. Volví la cabeza a la sala, y detuve en seguida los ojos en unpalco balcón. Evidentemente, un matrimonio. El, un marido cualquiera, y tal vez porsu mercantil vulgaridad y la diferencia de año con su mujer, menos quecualquiera. La miré largo rato a ojos descubiertos porque la veía muy bien, yporque cuando el hombre está así en tensión de aspirar fijamente uncuerpo hermoso, no recurre al arbitrio femenino de los anteojos. Comenzó el segundo acto. Fué aquello muy rápido: los ojos huyeron, pero dos o tres veces, en milargo minuto de insistencia, tornaron fugazmente a mí. Fué asimismo, con la súbita dicha de haberme soñado un instante sumarido, el más rápido desencanto de un idilio. Así, pues, yo no tenía el más remoto derecho a considerarme un hombrefeliz, y observé a mi compañero. --Se conocen--me dije--y no poco. El no volvió más y el palco quedó vacío.
El hombre muerto - Horacio Quiroga - Ciudad Seva - Luis López Nieves El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy poca cosa. El hombre echó, en consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla. Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre el lado derecho, tal como él quería. El hombre intentó mover la cabeza en vano. No han pasado dos segundos: el sol está exactamente a la misma altura; las sombras no han avanzado un milímetro. Va a morir. El hombre resiste -¡es tan imprevisto ese horror! ¡Muerto! ¿Qué pasa, entonces? ¡Pero no es posible que haya resbalado…! …Muy fatigado, pero descansa solo. ¿No es eso…? …Muy cansado, mucho, pero nada más.